Post by Drhomoeopath on Apr 25, 2014 1:21:13 GMT
Señorita Francisca v. W. quien es miembro de una de las más honorables familias en Münster, ahora cerca de los diecinueve años de edad, y que vive aquí con sus familiares desde hace 10 años, ha sufrido a menudo de varias dolencias (incluso antes de su llegada aquí) que orientan a la indicación más manifiesta de una discrasia crónica (psórica). Además del inevitable aceite de hígado de bacalao, un médico homeópata ahora fallecido, le había administrado varios remedios homeopáticos a saber, Puls., Sulph., Calcar. carb., Carbo veg., Silic. y Lycop. con solo una mejoría parcial e insuficiente.
En mi diario (Vol. LXXI. Página 89) enumerado bajo su nombre y fechado en Diciembre 27 de 1848 primero encuentro lo siguiente:
Desde hace 4 semanas ella ha tenido una erupción húmeda en la cabeza, especialmente detrás de ambos oídos y arriba de ambos oídos externos, la cual duele sobre todo y más violentamente al anochecer y en la mañana.
El abdomen abultado y duro.
Aversión a la carne.
Deseo de leche, pan, mantequilla y todo vegetal del tipo del repollo.
Duerme por un periodo demasiado largo hasta tarde en el día.
Curvatura bastante pronunciada de la columna y protuberancia en una de las escápulas.
Sabañones en los dedos de los pies (no en las manos).
Se siente peor temprano en la mañana; mejor al anochecer.
Llevaría demasiado lejos de mi propósito y conduciría a una divulgación inútil el relatar en detalle el tratamiento de esta niña que era manifiestamente escrofuloso y será suficiente el observar aquí que estas quejas eran muy persistentes, y que la erupción, al principio, se extendía no solo sobre la cabeza y el cuello sino hasta las partes sexuales y solo después del curso de dos años se pudo llegar a una curación, junto con la curvatura de la columna, de tal manera que ya no se encuentra nada anormal.
Todavía en los años siguientes, es decir, 1851 y 1852 aparecieron molestias de vez en cuando las cuales no fueron de consideración y fueron prontamente removidas, lo que hizo que se viera claramente que la escrofulosis que se manifestaba profundamente enraizada, aun no estaba completamente exterminada.
En la primavera de 1853, cayó enferma por una fiebre gástrica muy violenta. Ella tenía un deseo invencible de tinta, a la vez que vomitaba cada vez después de tomar leche. Sin embargo su curación se dio pronto y estuvo bien hasta el invierno de 1853 a 1854 cuando la antigua erupción junto con los sabañones en los pies reaparecieron, los cuales fueron completamente removidos a inicios de marzo.
Al comienzo de 1855 la misma erupción reapareció, pero esta vez sólo duró hasta mediados de febrero. Las menstruaciones también aparecieron y en efecto con una violencia inusual. En el verano de este año le dio una violenta gripe, la cual fue removida en tan solo unos días, y pronto después de eso por un violento y convulsivo cólico con sangrado menstrual aumentado (rápidamente curado por una sola dosis de Zincum) seguido por un aparente largo periodo de salud.
Mientras tanto, ella era enviada a una institución educacional, a 20 millas de aquí donde a mediados de septiembre, 1857, se enfermó de nuevo y en efecto, al principio con un violento dolor de cabeza acompañado de sangrado de la nariz y demasiado abundante flujo de sangre con las menstruaciones apareciendo prematuramente, todos estos síntomas eran agravados; en la mañana por el movimiento, y por el esfuerzo mental y físico. Bellad., Bryo., y phophor., cada uno en alta potencia y en dosis única aliviaron esto. Todo a excepción de algunos síntomas que aparecieron al anochecer mientras se sentaba en un cuarto caliente, que gritaron por una dosis similar de Pulsatilla. A mediados de enero de 1858, una nueva dolencia apareció, la cual un profesor de la institución dio solo un relato conservador e incompleto.
De acuerdo a su relato el paciente sufría de violentos dolores en la espalda, agravados por cada movimiento, desapareciendo por la noche, los cuales ya habían ocasionado un verdadero espasmo tónico, nada más podía deducirse acerca del reporte escrito.
Nux vomica 200, disuelto en agua, tomado 3 veces al día por 3 días, “produjo una considerable y aun progresiva mejoría;” pero el paciente ahora se quejaba de “dolores en la mitad del cuello e inhabilidad para tragar” sin alguna otra descripción, dirigí la repetición de Nux vomica, una dosis disuelta en agua a tomar por seis días, dos veces al día, mañana y noche cada vez una cucharada.
Esta segunda dosis de NUX VOMICA, no solo continuo sin efecto, si no que los dolores (bastante indefinidos) de la espalda de nuevo regresaron, y un nuevo síntoma llamado “Afonía” se anunció, el cual es más marcado en la mañana y al anochecer, lo que le hace imposible “pronunciar cualquier palabra en voz alta.” Al mismo tiempo y solo ahora fui informado de que aun mientras usaba el remedio anterior su habla se había vuelto cada vez más difícil y con más esfuerzo, como si fuera por “una parálisis de la lengua” de tal manera que el paciente estaba obligado a “tomar un respiro en cada palabra” y se cansaba excesivamente inclusive por hablar un poco.
Caust, no modificó estos trastornos, pero Sepia, administrada una semana después hizo que la voz regresara por horas, como se mencionó, pero siempre suave y tenue. Pero en cuanto al resto sin cambios, solo de acuerdo a la descripción del paciente mismo, “algo mejor.”
Una dosis de Sulphur 200, enviada, el 3 de febrero, tuvo el efecto de que cada noche después de media noche se presentara un dolor de cabeza (sin ninguna descripción) con epistaxis solo mejorada por sentarse en la cama. En cuanto al resto meramente descrito por medio de la estereotipada frase, “algo mejor” mostrando que algo aún estaba presente, pero no agregaba ni una silaba que pudiera asegurar una apropiada selección del remedio.
Bajo dichas circunstancias, suficientes para llevarnos a la desesperación, envié el 17 de febrero, una dosis de Sulphur 200, para ser tomada como la anterior, pero demande con decisión, que la paciente tenía que venir, para que yo pudiera verla, lo que podría hacerse sin peligro considerando la corta distancia y la naturaleza de la enfermedad, evidentemente crónica. Es digno de mención que especialmente entre las clases más altas, y especialmente en las muy variadas enfermedades el eufemismo estereotipo es siempre “Algo mejor” mientras la mejora no hace ningún progreso esencial, pero por el contrario, nuevos síntomas son continuamente añadidos, los cuales complican el asunto sin ofrecer algún sostén para llevar a cabo la selección del remedio. De acuerdo a mi decididamente pronunciado deseo, el paciente fue traído aquí el 24 de febrero y al anochecer fui llamado hacia ella. Grande fue mi asombro al reconocer de una vez la más decidida imagen de una genuina tabes dorsal, que nada reportado antes me habría apuntado hacia ello. Especialmente la afonía que recalcamos como la principal característica y que es observada excepcionalmente en esta enfermedad no habría producido la más mínima sospecha sobre el verdadero estado del caso, ya que la parálisis de las extremidades inferiores, la cual ya se encontraba muy avanzada no se mencionaba en ninguna de las cartas.
Cuando vi a la paciente la afonía era, en efecto, tan grande y la pronunciación tan indistinta que tuve que inclinar mi oído cerca de su boca para entender sus susurros. Pero todos los otros síntomas hablaban muy claramente como para dar a conocer el carácter verdadero de la enfermedad y no ser confundida, y el último síntoma mencionado solo permite la suposición de que la afección de la medula espinal ha alcanzado una extensión inusual.
Lo que descubrí en seguida en mi primera visita e inmediatamente anote cuidadosa y circunstancialmente fue lo siguiente:
El paciente había tenido por un largo periodo de tiempo una incrementada debilidad de los miembros inferiores, en conexión con lo cual ella siempre había sentido; un dolor más o menos pronunciado en la espalda.
La sensación en la espalda, era una especie de ardor, como si un hierro caliente fuera empujado desde la región lumbar a través de la columna. Al inicio esto solo había sido un hormigueo desagradable que se extendía hacia arriba.
Al mismo tiempo las plantas de sus pies parecían suaves o acolchonadas, como si los pies descansaran en una cubierta suave de lana o en una almohada.
Gradualmente todas las sensaciones en las plantas de sus pies se perdían, cada vez más, tanto que ella ya no sentía el suelo bajo sus pies, no sabía dónde descansaban sus pies al menos de que se asegurara con su vista.
Siempre y cuando todavía fuera capaz de caminar, cosa que iba perdiendo cada vez más, desde hace varias semanas, ella solo era capaz de hacerlo de día con luz brillante y con sus ojos abiertos, cuando sus ojos estaban cerrados, o en la oscuridad, tambaleaba o se movía como si tuviera un gran peso, tanto que inmediatamente tenía que detenerse de algo para evitar caerse. Ahora le era imposible el levantarse en la oscuridad y tenía que, incluso apoyarse contra algo a plena luz del día.
Mientras estaba recostada en cama no tenía sensación, o conocimiento de la posición y situación de sus pies y piernas, cual a menudo eran desconocidos para ella y ocupaban las posiciones más diversas.
Durante el inicio de la enfermedad, si ella hacia el intento de caminar algunos pasos en la oscuridad, aun en cuartos bien conocidos para ella, siempre inconsciente e involuntariamente gira a la izquierda y por lo tanto pierde su objetivo.
Muy frecuentemente tiene una sensación de contracción en el abdomen como si se comprimiera por una venda; esta sensación así como los dolores en la espalda siempre empeoraba al inicio del movimiento después de un largo descanso.
La afonía mencionada arriba aun continua, pero es menos dolorosa, pero es conjunta con un llamativo y excesivo desgaste cuando habla cualquier cosa, ya que ella me aseguraba que frecuentemente estaba obligada a descansar por sí misma.
Por lo demás, me encontré con la paciente bien alimentada, con tez floreciente, quejándose pero poco, y sin inquietud acerca de su condición; si, aun con la clara y pronunciada inclinación a considerar su enfermedad como de ninguna manera grave o peligrosa. Buen apetito y buena digestión, heces de alguna manera duras e inertes, las menstruaciones aparecen en su momento adecuado pero muy copiosas, Al anochecer su condición es peor que en la mañana.
Estos síntomas, que fueron anotados en su totalidad, y que tuvieron para mí una doble importancia porque fueron los primeros que tuve la oportunidad de investigar con respecto a esta enfermedad después de mi estudio particular de XXXXX no dejan lugar a la menor duda que este caso era un caso declarado de “Tabes Dorsal” y sobre la base de mi previa experiencia no vacilé en darle de primera una dosis de XXXXX. 200 de la farmacia del farmacéutico Lehrmann, en Schoeningen. Disuelta en 6 cucharadas de agua, para tomar una cucharada tres veces al día durante dos días.
El 26 de febrero cuando visité de nuevo a mi paciente, la mejoría era tan manifiesta y decidida que no deseaba perturbar aun esos efectos. Una segunda dosis de XXXXX 200 tomado de la misma manera el 1 de marzo, continúo la mejoría, y dado que las menstruaciones habían aparecido sin algún problema concomitante, continúe con una tercera dosis del mismo remedio, administrado de la misma forma el 5 de Marzo.
De acuerdo a mi diario la mejoría progresó sostenida y regularmente. El paciente ya es capaz de pararse todo el día y caminar por toda la casa, a la luz brillante del día. Inclusive podía subir y bajar escaleras, sin algún problema particular. Solo cuando cierra sus ojos, aun no puede caminar derecho, constantemente se voltea a la izquierda, como pude averiguarlo al hacer mi seguimiento, por el momento no puede caminar en la oscuridad sin detenerse de algo.
10 de Marzo, de nuevo XXXXX, 200 como antes.
Los miembros inferiores van muy bien, pero la voz aun se pierde frecuentemente al anochecer, y el hablar le parece difícil y aburrido. Por lo tanto parece, que repeticiones demasiado frecuentes de este remedio sin intervenir con otros no hace avanzar la curación rápidamente.
Este es un resultado que no infrecuentemente se presenta en las enfermedades crónicas, donde los síntomas solo se vuelven más suaves sin algún cambio esencial. En consecuencia el 15 de Marzo, di Natrum muriaticum, 200, para tomar de la misma forma. La acción fue buena pero no tan favorable como el remedio anterior.
Tal vez la similitud entre los efectos de Natrum muriaticum, y los de XXXXX es muy grande; un hecho que ocasionalmente se ve cuando dos remedios estrechamente relacionados siguen inmediatamente uno al otro. (Compare Ignat, Nux vom, y Puls) sin embargo la mejoría de nuevo continuo tanto que el paciente el 21 de Marzo podía sin esfuerzo venir a verme. Ahora recibió XXXXX 3000 (Jenichen) donde la mejoría de nuevo avanzo manifiestamente. Solo los dolores en la espalda y en la región lumbar aumentaron de nuevo. Por lo tanto la acción no fue tan específica como la de XXXXX.
El 28 de Marzo recibió CAUST 200 que hizo que desaparecieran todos estos dolores, mientras su voz y su lenguaje mejoraban. Por otro lado, la sensación de suavidad en las plantas de los pies y la debilidad de las piernas aumento mostrando que este remedio no correspondía al carácter propio de la tabes dorsal.
El 11 de Abril, regrese de nuevo a XXXXX.
Ahora también los últimos remanentes considerables de la enfermedad desaparecieron casi en su totalidad, incluso su lenguaje volvió a ser tan sonoro y sin obstáculos como en sus días de salud. Solo por un hormigueo que aparecía especialmente al anochecer, con una insensibilidad transitoria en las plantas de los pies. El 20 de Abril, administré otra dosis de XXXXX y el 28 de Abril una dosis de Pulsatilla 200, y finalmente, el 7 de mayo una dosis de Sulphur 200, las tres medicinas a ser tomadas como las anteriores, cuando los últimos vestigios de la enfermedad desaparecieron completamente y nada de su clase se ha visto de nuevo.
En mi diario (Vol. LXXI. Página 89) enumerado bajo su nombre y fechado en Diciembre 27 de 1848 primero encuentro lo siguiente:
Desde hace 4 semanas ella ha tenido una erupción húmeda en la cabeza, especialmente detrás de ambos oídos y arriba de ambos oídos externos, la cual duele sobre todo y más violentamente al anochecer y en la mañana.
El abdomen abultado y duro.
Aversión a la carne.
Deseo de leche, pan, mantequilla y todo vegetal del tipo del repollo.
Duerme por un periodo demasiado largo hasta tarde en el día.
Curvatura bastante pronunciada de la columna y protuberancia en una de las escápulas.
Sabañones en los dedos de los pies (no en las manos).
Se siente peor temprano en la mañana; mejor al anochecer.
Llevaría demasiado lejos de mi propósito y conduciría a una divulgación inútil el relatar en detalle el tratamiento de esta niña que era manifiestamente escrofuloso y será suficiente el observar aquí que estas quejas eran muy persistentes, y que la erupción, al principio, se extendía no solo sobre la cabeza y el cuello sino hasta las partes sexuales y solo después del curso de dos años se pudo llegar a una curación, junto con la curvatura de la columna, de tal manera que ya no se encuentra nada anormal.
Todavía en los años siguientes, es decir, 1851 y 1852 aparecieron molestias de vez en cuando las cuales no fueron de consideración y fueron prontamente removidas, lo que hizo que se viera claramente que la escrofulosis que se manifestaba profundamente enraizada, aun no estaba completamente exterminada.
En la primavera de 1853, cayó enferma por una fiebre gástrica muy violenta. Ella tenía un deseo invencible de tinta, a la vez que vomitaba cada vez después de tomar leche. Sin embargo su curación se dio pronto y estuvo bien hasta el invierno de 1853 a 1854 cuando la antigua erupción junto con los sabañones en los pies reaparecieron, los cuales fueron completamente removidos a inicios de marzo.
Al comienzo de 1855 la misma erupción reapareció, pero esta vez sólo duró hasta mediados de febrero. Las menstruaciones también aparecieron y en efecto con una violencia inusual. En el verano de este año le dio una violenta gripe, la cual fue removida en tan solo unos días, y pronto después de eso por un violento y convulsivo cólico con sangrado menstrual aumentado (rápidamente curado por una sola dosis de Zincum) seguido por un aparente largo periodo de salud.
Mientras tanto, ella era enviada a una institución educacional, a 20 millas de aquí donde a mediados de septiembre, 1857, se enfermó de nuevo y en efecto, al principio con un violento dolor de cabeza acompañado de sangrado de la nariz y demasiado abundante flujo de sangre con las menstruaciones apareciendo prematuramente, todos estos síntomas eran agravados; en la mañana por el movimiento, y por el esfuerzo mental y físico. Bellad., Bryo., y phophor., cada uno en alta potencia y en dosis única aliviaron esto. Todo a excepción de algunos síntomas que aparecieron al anochecer mientras se sentaba en un cuarto caliente, que gritaron por una dosis similar de Pulsatilla. A mediados de enero de 1858, una nueva dolencia apareció, la cual un profesor de la institución dio solo un relato conservador e incompleto.
De acuerdo a su relato el paciente sufría de violentos dolores en la espalda, agravados por cada movimiento, desapareciendo por la noche, los cuales ya habían ocasionado un verdadero espasmo tónico, nada más podía deducirse acerca del reporte escrito.
Nux vomica 200, disuelto en agua, tomado 3 veces al día por 3 días, “produjo una considerable y aun progresiva mejoría;” pero el paciente ahora se quejaba de “dolores en la mitad del cuello e inhabilidad para tragar” sin alguna otra descripción, dirigí la repetición de Nux vomica, una dosis disuelta en agua a tomar por seis días, dos veces al día, mañana y noche cada vez una cucharada.
Esta segunda dosis de NUX VOMICA, no solo continuo sin efecto, si no que los dolores (bastante indefinidos) de la espalda de nuevo regresaron, y un nuevo síntoma llamado “Afonía” se anunció, el cual es más marcado en la mañana y al anochecer, lo que le hace imposible “pronunciar cualquier palabra en voz alta.” Al mismo tiempo y solo ahora fui informado de que aun mientras usaba el remedio anterior su habla se había vuelto cada vez más difícil y con más esfuerzo, como si fuera por “una parálisis de la lengua” de tal manera que el paciente estaba obligado a “tomar un respiro en cada palabra” y se cansaba excesivamente inclusive por hablar un poco.
Caust, no modificó estos trastornos, pero Sepia, administrada una semana después hizo que la voz regresara por horas, como se mencionó, pero siempre suave y tenue. Pero en cuanto al resto sin cambios, solo de acuerdo a la descripción del paciente mismo, “algo mejor.”
Una dosis de Sulphur 200, enviada, el 3 de febrero, tuvo el efecto de que cada noche después de media noche se presentara un dolor de cabeza (sin ninguna descripción) con epistaxis solo mejorada por sentarse en la cama. En cuanto al resto meramente descrito por medio de la estereotipada frase, “algo mejor” mostrando que algo aún estaba presente, pero no agregaba ni una silaba que pudiera asegurar una apropiada selección del remedio.
Bajo dichas circunstancias, suficientes para llevarnos a la desesperación, envié el 17 de febrero, una dosis de Sulphur 200, para ser tomada como la anterior, pero demande con decisión, que la paciente tenía que venir, para que yo pudiera verla, lo que podría hacerse sin peligro considerando la corta distancia y la naturaleza de la enfermedad, evidentemente crónica. Es digno de mención que especialmente entre las clases más altas, y especialmente en las muy variadas enfermedades el eufemismo estereotipo es siempre “Algo mejor” mientras la mejora no hace ningún progreso esencial, pero por el contrario, nuevos síntomas son continuamente añadidos, los cuales complican el asunto sin ofrecer algún sostén para llevar a cabo la selección del remedio. De acuerdo a mi decididamente pronunciado deseo, el paciente fue traído aquí el 24 de febrero y al anochecer fui llamado hacia ella. Grande fue mi asombro al reconocer de una vez la más decidida imagen de una genuina tabes dorsal, que nada reportado antes me habría apuntado hacia ello. Especialmente la afonía que recalcamos como la principal característica y que es observada excepcionalmente en esta enfermedad no habría producido la más mínima sospecha sobre el verdadero estado del caso, ya que la parálisis de las extremidades inferiores, la cual ya se encontraba muy avanzada no se mencionaba en ninguna de las cartas.
Cuando vi a la paciente la afonía era, en efecto, tan grande y la pronunciación tan indistinta que tuve que inclinar mi oído cerca de su boca para entender sus susurros. Pero todos los otros síntomas hablaban muy claramente como para dar a conocer el carácter verdadero de la enfermedad y no ser confundida, y el último síntoma mencionado solo permite la suposición de que la afección de la medula espinal ha alcanzado una extensión inusual.
Lo que descubrí en seguida en mi primera visita e inmediatamente anote cuidadosa y circunstancialmente fue lo siguiente:
El paciente había tenido por un largo periodo de tiempo una incrementada debilidad de los miembros inferiores, en conexión con lo cual ella siempre había sentido; un dolor más o menos pronunciado en la espalda.
La sensación en la espalda, era una especie de ardor, como si un hierro caliente fuera empujado desde la región lumbar a través de la columna. Al inicio esto solo había sido un hormigueo desagradable que se extendía hacia arriba.
Al mismo tiempo las plantas de sus pies parecían suaves o acolchonadas, como si los pies descansaran en una cubierta suave de lana o en una almohada.
Gradualmente todas las sensaciones en las plantas de sus pies se perdían, cada vez más, tanto que ella ya no sentía el suelo bajo sus pies, no sabía dónde descansaban sus pies al menos de que se asegurara con su vista.
Siempre y cuando todavía fuera capaz de caminar, cosa que iba perdiendo cada vez más, desde hace varias semanas, ella solo era capaz de hacerlo de día con luz brillante y con sus ojos abiertos, cuando sus ojos estaban cerrados, o en la oscuridad, tambaleaba o se movía como si tuviera un gran peso, tanto que inmediatamente tenía que detenerse de algo para evitar caerse. Ahora le era imposible el levantarse en la oscuridad y tenía que, incluso apoyarse contra algo a plena luz del día.
Mientras estaba recostada en cama no tenía sensación, o conocimiento de la posición y situación de sus pies y piernas, cual a menudo eran desconocidos para ella y ocupaban las posiciones más diversas.
Durante el inicio de la enfermedad, si ella hacia el intento de caminar algunos pasos en la oscuridad, aun en cuartos bien conocidos para ella, siempre inconsciente e involuntariamente gira a la izquierda y por lo tanto pierde su objetivo.
Muy frecuentemente tiene una sensación de contracción en el abdomen como si se comprimiera por una venda; esta sensación así como los dolores en la espalda siempre empeoraba al inicio del movimiento después de un largo descanso.
La afonía mencionada arriba aun continua, pero es menos dolorosa, pero es conjunta con un llamativo y excesivo desgaste cuando habla cualquier cosa, ya que ella me aseguraba que frecuentemente estaba obligada a descansar por sí misma.
Por lo demás, me encontré con la paciente bien alimentada, con tez floreciente, quejándose pero poco, y sin inquietud acerca de su condición; si, aun con la clara y pronunciada inclinación a considerar su enfermedad como de ninguna manera grave o peligrosa. Buen apetito y buena digestión, heces de alguna manera duras e inertes, las menstruaciones aparecen en su momento adecuado pero muy copiosas, Al anochecer su condición es peor que en la mañana.
Estos síntomas, que fueron anotados en su totalidad, y que tuvieron para mí una doble importancia porque fueron los primeros que tuve la oportunidad de investigar con respecto a esta enfermedad después de mi estudio particular de XXXXX no dejan lugar a la menor duda que este caso era un caso declarado de “Tabes Dorsal” y sobre la base de mi previa experiencia no vacilé en darle de primera una dosis de XXXXX. 200 de la farmacia del farmacéutico Lehrmann, en Schoeningen. Disuelta en 6 cucharadas de agua, para tomar una cucharada tres veces al día durante dos días.
El 26 de febrero cuando visité de nuevo a mi paciente, la mejoría era tan manifiesta y decidida que no deseaba perturbar aun esos efectos. Una segunda dosis de XXXXX 200 tomado de la misma manera el 1 de marzo, continúo la mejoría, y dado que las menstruaciones habían aparecido sin algún problema concomitante, continúe con una tercera dosis del mismo remedio, administrado de la misma forma el 5 de Marzo.
De acuerdo a mi diario la mejoría progresó sostenida y regularmente. El paciente ya es capaz de pararse todo el día y caminar por toda la casa, a la luz brillante del día. Inclusive podía subir y bajar escaleras, sin algún problema particular. Solo cuando cierra sus ojos, aun no puede caminar derecho, constantemente se voltea a la izquierda, como pude averiguarlo al hacer mi seguimiento, por el momento no puede caminar en la oscuridad sin detenerse de algo.
10 de Marzo, de nuevo XXXXX, 200 como antes.
Los miembros inferiores van muy bien, pero la voz aun se pierde frecuentemente al anochecer, y el hablar le parece difícil y aburrido. Por lo tanto parece, que repeticiones demasiado frecuentes de este remedio sin intervenir con otros no hace avanzar la curación rápidamente.
Este es un resultado que no infrecuentemente se presenta en las enfermedades crónicas, donde los síntomas solo se vuelven más suaves sin algún cambio esencial. En consecuencia el 15 de Marzo, di Natrum muriaticum, 200, para tomar de la misma forma. La acción fue buena pero no tan favorable como el remedio anterior.
Tal vez la similitud entre los efectos de Natrum muriaticum, y los de XXXXX es muy grande; un hecho que ocasionalmente se ve cuando dos remedios estrechamente relacionados siguen inmediatamente uno al otro. (Compare Ignat, Nux vom, y Puls) sin embargo la mejoría de nuevo continuo tanto que el paciente el 21 de Marzo podía sin esfuerzo venir a verme. Ahora recibió XXXXX 3000 (Jenichen) donde la mejoría de nuevo avanzo manifiestamente. Solo los dolores en la espalda y en la región lumbar aumentaron de nuevo. Por lo tanto la acción no fue tan específica como la de XXXXX.
El 28 de Marzo recibió CAUST 200 que hizo que desaparecieran todos estos dolores, mientras su voz y su lenguaje mejoraban. Por otro lado, la sensación de suavidad en las plantas de los pies y la debilidad de las piernas aumento mostrando que este remedio no correspondía al carácter propio de la tabes dorsal.
El 11 de Abril, regrese de nuevo a XXXXX.
Ahora también los últimos remanentes considerables de la enfermedad desaparecieron casi en su totalidad, incluso su lenguaje volvió a ser tan sonoro y sin obstáculos como en sus días de salud. Solo por un hormigueo que aparecía especialmente al anochecer, con una insensibilidad transitoria en las plantas de los pies. El 20 de Abril, administré otra dosis de XXXXX y el 28 de Abril una dosis de Pulsatilla 200, y finalmente, el 7 de mayo una dosis de Sulphur 200, las tres medicinas a ser tomadas como las anteriores, cuando los últimos vestigios de la enfermedad desaparecieron completamente y nada de su clase se ha visto de nuevo.